20 octubre, 2006

Apunte para desagotar un baño lleno de agua

Lo raro es que dos años o algo más que tres meses antes esto no hubiera pasado. Quién sabe el que yo era entonces o a que me referiría si no me hubiese visto en medio de algo tan dulce y tan maldito como lo es ahora.
También pienso que esta mañana supe acerca de estas palabras sin haberlas escrito aún, sin saber que serían éstas y no otras. Es lo que siempre pasa: ni siquiera se sabe (cuando uno es tan rematadamente obtuso y/o amateur y/o vago y/o orgulloso de todo eso) la palabra que sigue o la que queda, aunque fundamentalmente no sabe la palabra que sigue a la palabra que sigue a la palabra que sigue a la palabra que -------
Son así estos pequeños detalles, son sus faltas mi éxtasis y sé que, condenado o no, me enamoro con suma facilidad no de la piedra ni del tropiezo sino de lo que me hizo desconocer ambas cosas, del instante de pura gratuidad que comienza en el error, de su inaudito escándalo en pleno orden.
Pero ellas estaban ahí cuando te vi con el agua hasta el cuello y la puerta con tres vueltas de llave; estaban ahí y yo también estaba, pero por entonces no estaba para vos, completándome; por entonces no era esta felicidad que me sacude las narices y con la que me trato de parásito feliz. También vale decir que aún no había baño alguno, ni tampoco una autorreferencialidad que a veces pasa a visitarme en tu nombre y a la que obligo a mentirme, incluso en las cosas más nimias. Cuando ella viene la dejo ser; le ofrezco lo que de vos no entiendo y ella responde con preguntas que vos no te harías. O acaso sí, si supieses responderlas. O si hubiese que responderlas. Pero no hay qué.
Qué?
Pero no...
Hay: una imagen detenida en mi memoria: un gran lienzo atravesado por el tiempo. Escribes en él aquello que crees que te falta. Le robas al tiempo un minuto más cada noche porque sabes que exactamente en ese minuto alguna vez serás libre. Y lo importante es robarlo. Si la libertad viene es sólo porque ha sido usurpada. Mientras se robe teniendo con qué comprar, habrá libertad. Mientras la libertad no pierda su cuota de travesura, habrá libertad.
Me has dicho que la blancura del baño o del agua llenándolo era la misma blancura de esa nada camaleónica a lo que, no sólo vos o yo sino unos cuantos, estamos acostumbrados. Me has recordado que el blanco también es el color de la tregua, las treguas que implican, por sobre todo, medias tintas; pero al saber que eso aquí no corre, todo nuestros insomnios de aquí en más serán eternos: una suerte de espejo para rivalizar con el nonsense cotidiano, aunque sin esa lástima que parece moverlo; en la noche somos nuestro propio lugar seguro; buscamos fotos de Brassai para saber que sólo de noche el desamparo nos encuentra sin dueño y sin precio, y que así es como el desamparo vale la pena y que así es como enamora.
Ahora te apenas por no contar historias y quieres sentarte a paralizar el movimiento de tu alma para encerrarlo como dentro de un tupperware, cerrarlo al vacío. No sabes que en tus colores hay historias que empiezan en ti y acaban en el mundo, o en algún otro mundo, más o menos venidero. Te despotricas tener el alma en los dedos y, como dados, arrojarla; te humillas pensando que existe sólo una dirección que seguir cuando tu rostro es de viento y tus ojos de viento y de viento tus pies, y todo el viento adentro, golpeando como cien mil carcajadas en un coliseo en miniatura de cierta imaginación que te sueña pequeña, sola, amaneciendo a las siete de la tarde de un martes.
Couer en désondre, letanía de grafías impronunciables, el instante en el que encuentras un par de zapatos entre un bus y un auto y le imprimes el sello de tu mirada, modificándolo para siempre.
Ya han pasado más de tres meses creo, tres meses más o menos desde que el baño se rebalsó y yo estoy casi como entonces, como en veremos, como en venir a verlo todo con el fin de creerlo. Y aún así, corroborando que es cierto, me doy cuenta de que la verdadera sustancia de las palabras (y de la vida) se encuentra en la inconexión que anida en su silencio.

Como despabilando carreteras. Carreteras para los mapas sin centro que aparecen dibujados luego de cada sueño en tus párpados caídos.