31 marzo, 2007

Lubs, qué te dijo qué

Pero sabés que no despertaste de tanto, ya no como querías. Que ponerse los zapatos, que salir a caminar, y dónde. Y luego de tantas otras vidas imaginarias ves la tuya, la menos evidente de todas, la menos manipulable también. Y la que más te acerca (es cierto) a volverte uno con el espacio prometido, oficializar esa nada placentera, hacerla tu signo, prometerle a ella (y sólo a ella) ese ritmo soñado de agua, de aspavientos.
Después que se mezclen los tantos, el snowboardin’ continuo, la ocasión para la culpa (que siempre la hay), la decisión de negar lo que ya no podés negar, nene. Y entrás para decir, para decir o para repetir, “sí, aquí era”. Volver, volver, volver a Francis Ponge, a deletrear bajito. Volver a rugir y que te duela rugir. A perder y que te guste perder. A saber y preferir no saber. Y a ponerse de acuerdo en que no podés cargar una soledad maleante, una soledad patotera. Estos hiatos espirituales. It’s over, baby, we’re lonely tunes dancin’ like lonely puppets. Pero cómo puede haber tantos iguales a vos y tan distintos a vos (y tan iguales otra vez) que no se oyen. Aunque todo haya empezado cuando alguien te dijo qué.
Qué te dijo qué. Lubs, qué te dijo qué.

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