23 julio, 2007

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Naked and alone we came into exile





La solapadita de la muerte. Su aguijoneo, su monsters paradise… Nada más sospecharla y se te tuercen las lágrimas. Ella, la zumba-silencios, encomio de su dolor, muequita de lado, sentada sobre el cordón de la vereda. Sabe que en la vida sólo pasa la vida y que de paso nos vamos en la vida que nos pasa. Y que me cuente que acaba y que sigue, y que empieza casi siempre.

Su alma es ese banco de suplentes. Soga con la que amaestrar la caricia de la memoria. Cada nombre, un fantasma. Todas tus noches, pelusita, son iguales. Todos tus dónde de noche y amaneceres en dónde. Y todos los fantasmas que en tu amanecer naufragan.

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