No sabes más que de tu propia evidencia: la de tu vida que continúa, la de tu respiración, la de tu paso, la de tu caída. Ves a la gente ir y venir, las multitudes y las cosas hacerse y deshacerse.
Ves, en la vitrina minúscula de una mercería, un cortinado sobre el que tus ojos se quedan repentinamente fijos: sigues de largo: eres inaccesible.
Georges Perec, Un homme qui dort