la ciudad, como la soñaba Guy Debord, es un state of mind más que un sitio o una circunstancia, pero dentro de las ciudades, dentro de sus puertas cerradas, turbios entre las paredes imperturbables aparece un mundo como nunca podremos pensar a este mundo, un mundo que se abastece de los minutos que pasan, de las horas siempre hipnóticas, de la imposible calma con la que se contempla, casi temiéndolo, que sobreviviremos a cada uno de nuestros pensamientos, que ellos son ese olvido al que creemos invicto y que no hay razón para no pensar que huyen porque bien que dejamos que salgan
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