15 abril, 2007


Y en pago de tus verdades, el cuarto vacío, la habilidad para el tipeo incluso en la mañana póstuma, la advenediza mañana del día viniente, del ultimador de días, verdugo amable por sobre todo, locuaz y maldito, cumplidor y maldito, maldito y maldito. Y en pago de tus verdades, mi amor, Soul To Soul, Atlantic, 2400201-5638, o Proust inagotable, o Carson Mc Cullers que adentro de una cajita, que abajo de una cama, que escrito en otro papel, Carson Mc Cullers, desdoblada en una nena descalza, desdoblada y vuelta a desdoblar, como entre las sábanas de cuerpos desconocidos, como en las cartas que mentimos; alfabetos invisibles que se inscriben detrás de quien los lee a todo lo alto de la poca noche que queda delante de nuestra nariz asomada al día que viene, y vamos, que es la noche la que viene y ahora, no ahora mismo, pero en ese ahora-después, en ése nos vamos, a hablar con el mozo de labios gruesos de La Giralda, a leer por enésima vez que tienen los mejores churros, a que una alemana se nos siente al lado con cara abúlica, con cara cúlica, con cara jitos... Y en pago de tus verdades, que son lo dulce de una muerte que vale la muerte, de una vida que vale la vida y todas las flores que pondría en tu pelo, tu pelo que quiero oler como un maniático cuando me voy de algún lugar sin ganas ni de irme ni de quedarme, tu pelo y su olor a recién llovido, su olor de alguien se va con él, a desinterpretar tu pelo, porque le puse alguna idea encima y dejó de ser esa marea edgar-varèsiana de vueltas de volante a último momento, todo, todo ese estallido quieto que es tu pelo y yo dentro

( . . . )

No hay comentarios.: