16 septiembre, 2007

Apostar a que pase algo.

Veo los rostros de tantos ogros y oráculos: Mallarmé y su Santo Grial herido por las sombras. Su palabra traicionada. Holderlin empleado en retroceder infinitamente, muriendo infinitamente, enamorando a un alma que no puede ser. Su palabra denegada. Arlt imbuido en el tormento de no ser Arlt. Su palabra sola. Desolada.

Me sumerjo en bestias y huracanes de ojos ciegos.

(el otro día – vaya ocasión la del otro día – me decían: en los últimos días de un hombre, dale a elegir: escribir lo mejor que puede escribir o leer lo mejor que puede leer: ¿qué elige?)

El otro día es hoy. Ahora. Mi otro día siempre es hoy. No conozco presente más que el del otro día. A veces creo que necesitaría finalmente explicarme mejor, que hace falta un poco de claridad para pasar en limpio –otra instancia infinita- Y aunque sé muy bien que, después de todo, puedo reunir algunas ideas díganse prolijas, su anuncio me alojaría en un sin fin de mentiras. Cuando miento, no siempre estoy escribiendo.

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