15 septiembre, 2007

Tarde o temprano termina acabándose.
Vaya frase. Cierta, sí, pero vaya frase.

Tarde o temprano, termina; acabóse. Y ahí ya nos vamos entendiendo un poco más.

He preferido sedimentar algo antes de venir aquí a expulsarlo. Me percato de que obedece a una especie de acuerdo roto con lo que se supone que debe ser, pero en suma, tratar de ver lo que puede ser, o incluso, sólo imaginar algo de tal presunción ya me dejaría inactivo un par de jornadas y a puro gusto y culpa. Por eso es que si he de venir aquí, si he de corroborar aquí que todo lo que allá es, más o menos, una suerte de venganza, prefiero que sea con ciertas moderaciones. Prefiero el ventrilocuismo. O el vudú. Operar algo lejos de mí. Ya no torcer la suerte, no. Sólo operar. Reunir instancias, hacer prólogos en diferido, o post-prólogos. Post-prólogos que han de ser escritos en algún lugar del presente. Sólo vos sabés cuándo. Y si sabés cuando, es que tenés más dominio que yo. Y eso, desde el vamos, que es cierto.

Hace dos días la vi a ella salir del cine. De la Lugones. Yo también salía de la misma sala, pero imposible saber que ahí estaba; de todas formas. No se puede ver Lola sabiendo que ella está ahí. Por eso es que la vi con la más dulce de las inocencias. Ella estaría a veinte butacas de distancia. Así es que Lola no me hace llorar. Aunque ni con ella en estos días podemos llorar.

¿Tenés ganas? Sí, a veces tengo.

Anoche por ejemplo, tuve ganas. Apagué el velador y me dormí. No siempre es tan fácil, pero lo apagué. No voy a tener problemas en saber por donde voy, no tengo más que volver un poco en mi cabeza y ya sé por dónde voy. Esas cosas, por suerte, siguen estando claras para mí.

No sé muy bien qué cosas hacen que uno despierte un sábado a las 6 de la matina. Parece, más allá del asombro, un gesto de mal gusto. Me traje el café, lo puse frente al ventanal, bebí de a sorbos esporádicos hasta que se enfrió. Ya frío estaba en el primer cigarrillo. Es el mejor de todos. Los cigarrillos, como muchas cosas de la vida, son los mejores en tanto primeros. Los demás serán sólo eso: los demás. Pero no el primero. El primero tiene de bueno por sobre todo que no será el último. No ando mucho en plan de creer que cualquiera puede ser el último la verdad. Ni en plan de creer. En plan de creer, tampoco ando.

En realidad, lo que hay que hacer es mandarse a mudar. Lograr que un amigo nos invite a almorzar. Pagar un buen vino y pensar mañana en lo que gasté, o no pensar y pagarlo, así nomás, con los ojos cerrados. Quedarse un rato largo en la parrilla enfrente de la plaza Irlanda después y ver que el sol hace lo suyo con las hojas. Es un día hermoso. No está para melonear con tanto frío. Y si se puede, acostumbrarse a ello, y un día llegar así a un estado Alexis Zorba. Aunque lo sienta y sea una contradicción muchas veces, llegar al estado Alexis Zorba. No me importa ya el qué diré. Que lo haya intentado alguna que otra y pasada vez, quiero recuperar mi Alexis. Quiero mentirlo siquiera. Y si quiero, puedo. Eso digo. Me digo. Eso me repito. Que si quiero, entonces Zorba, Alexis.
Seguro que a Kazantzakis le pasó lo mismo y...

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