17 septiembre, 2007

Una vulgaridad la vida en diferido.
Una tarde como otras, que se pianta como otras. Como recuperarla a esta tarde, mismo en este tarde.
Una vulgaridad el desasosiego errante de una vida permitida. De una vida en mi vida: surcándola. La tarde del final de Père Goriot (¿fue así?)

Sépanlo, me digo, que esta tarde la sopesamos con lo que no trae la próxima, porque en su rumiar de lejos dice: suerte, dice: agarrate catalina, dice: no te sientas tan tarde, barquito haciéndote a la mar, no te sientas, dice. Y guardo el paquete de puchos en el bolsillo y lo estrujo con suave prepotencia frente a las hojas que crujen pardas, largas calles que comienza en las nubes finales del río, corazón y frutilla de tu corazón, Suipacha street, bajando la mirada, volviendo a mirar, miro: dice es tarde.

(ante la ausencia de mejores y otras palabras; ante la imposibilidad de un comportamiento al menos digno; ante el llamado de último momento al que no atiendo ya)

Colorearlo todo de gris también es colorear.

La vida emancipada de su deferencia. La vida y dulcísimo cuando siento verte venir en sueños. Rememorar el error y la beatitud: en Beethoven, en Cole Porter, en Carabelas de la nada, Carabelas nada.

Trabajo en la paciencia, leo L’homme revolté, pierdo el tiempo agradablemente.

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